Superando mis miedos, inseguridades y mi autoimagen
Desde mi infancia crecí juzgándome a mí misma. Siempre pensé que las demás niñas de la escuela y del vecindario eran más bonitas que yo. Había algo que me generaba mucha ansiedad: mis brazos. Se veían más tonificados, casi como los de un niño, y yo sentía que los míos no eran de mujer. Recuerdo que ponía especial atención en los brazos de otras niñas, comparando su forma y suavidad con los míos, y eso me hacía sentir diferente y menos femenina.
Esa y otras inseguridades me acompañaron al crecer. Constantemente me juzgaba y creía que tenía que fingir o esforzarme más para pertenecer a los grupos “populares” de la escuela, porque pensaba que ahí estaban “las bonitas”. Incluso cuando lograba ser aceptada, no me sentía bien por dentro: una voz interna me decía constantemente: “Tú no perteneces aquí, tú eres fea y menos que ellas.”
Con el tiempo, comprendí algo más profundo: mi forma física estaba influenciada por mis genes. Me di cuenta de que había heredado gran parte de mi constitución de mi padre. Pero en lugar de abrazarlo, lo rechazaba. Siempre fui activa en deportes, danza u otras actividades, pero me acompañaba el miedo de volverme demasiado musculosa. Tal vez para ti al leer esto no haga mucho sentido, pero yo lo expreso desde esa creencia y ese miedo interno que me persiguió toda la vida.
Mi esposo, quien investiga mucho sobre salud, empezó poco a poco a animarme a comprender la importancia del ejercicio—en especial el entrenamiento de fuerza para las mujeres y sus beneficios en las hormonas y el bienestar general. Me resistí por mucho tiempo, aferrándome a mis viejas creencias.
Pero hace unos seis meses decidí darme la oportunidad. Comencé a entrenar con pesas, y todo empezó a cambiar. Asisto a un gimnasio solo para mujeres, donde todas damos lo mejor de nosotras en esa hora de entrenamiento. Me encanta porque entrenamos en comunidad, apoyándonos y motivándonos unas a otras.
Mi energía, mi estado de ánimo y mi confianza mejoraron. Sí, mis músculos crecieron, pero esta vez lo sentí diferente. Ya no había miedo. Ahora, cuando veo mi cuerpo, no veo solo músculos. Veo mis músculos—mi cuerpo diciéndome: “Estamos aquí para ti. Somos uno contigo.”
Me siento orgullosa porque he creado rutinas y hábitos saludables que me sostienen física, mental y emocionalmente. Dejé de luchar contra lo que heredé y empecé a honrarlo. En lugar de ver mi cuerpo como algo equivocado, lo veo como un regalo que me transmitió mi padre, parte de la vida que me entregó.
Cómo las Constelaciones Familiares me ayudaron a sanar
Esta transformación no ocurrió de la noche a la mañana. Las Constelaciones Familiares fueron clave para superar mis miedos e inseguridades. Gracias a este trabajo aprendí a:
Aceptar lo que sentía – permitiéndome revivir los recuerdos de la infancia y reconocer mi dolor, en vez de negarlo.
Tomar la vida de mis padres – abrazando el cuerpo, los genes y la vida que me pasaron, sin juicio ni resentimiento.
Soltar las expectativas – dejando ir la fantasía de que mis padres o mi cuerpo deberían haber sido diferentes.
Atraer influencias sanas – abriéndome a relaciones, como la de mi pareja, que me apoyan a verme con amor, respeto y verdadero valor, motivándome a seguir aprendiendo y creciendo.
Al hacerlo, comencé a desarrollar una nueva visión de mí misma: no solo como mujer, sino como un ser humano completo.
Hoy amo ver cómo mi cuerpo se fortalece. Ya no me comparo con otras mujeres. En cambio, honro la vida, la fuerza y la belleza que fluyen dentro de mí.
🪞 Ejercicio del Espejo Interno
Este ejercicio te ayuda a pasar del juicio a la compasión y del rechazo a la aceptación de ti misma. En lugar de mirar tu reflejo afuera, crearás un espejo interno que te muestra la verdad de quién eres.
Pasos:
Encuentra un lugar tranquilo
Siéntate cómodamente, cierra los ojos y toma tres respiraciones profundas. Permite que tu cuerpo se relaje.Imagina tu espejo interno
Visualiza un espejo dentro de tu corazón. Este espejo no refleja tu apariencia física, sino tu esencia, tu alma, tu verdad.Trae el reflejo antiguo
En este espejo, primero observa la versión de ti que se sintió insegura en la infancia o la adolescencia. Nota sus pensamientos, sus juicios, su dolor. Reconócela. Dile en silencio:
“Te veo. Te escucho. Sé que estabas sufriendo.”Transforma el espejo
Ahora, imagina que este espejo interno comienza a brillar con luz. Poco a poco, la imagen de esa versión insegura de ti se transforma en la mujer que eres hoy: más fuerte, más sabia, más compasiva.Háblate a ti misma
En tu corazón, dile a este reflejo:
“Te honro. Te agradezco por cargar conmigo todos estos años. Ahora elijo ver mi belleza, mi fuerza y mi valor.”Sella la visión
Coloca tu mano sobre el corazón. Respira profundamente y deja que esta nueva imagen se ancle en tu cuerpo. Siente gratitud por tu camino, por tu linaje, por tu vida.Integración diaria
Cada vez que aparezca un juicio hacia ti misma, cierra los ojos por un momento y vuelve a conectar con tu espejo interno. Recuérdate: “Lo que veo aquí es la verdad.”
Este ejercicio puedes hacerlo a diario o cada vez que regresen inseguridades. Con el tiempo, tu espejo interno será más fuerte que cualquier espejo externo.
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